Document Type

Article

Journal/Book Title/Conference

Decimonónica

Volume

6

Issue

1

Publisher

Decimonónica

Publication Date

2009

First Page

46

Last Page

68

Abstract

En el año de 1834, en plena década en la que Francia se esforzaba por convertirse en el centro hegemónico de la cultural mundial, el estudio de las antigüedades mexicanas lograba despertar el interés de la ciencia y la cultura francesa, sentando las bases del futuro “Americanismo.” Charles Farcy, destacado miembro de Société Royal des Antiquaires de France, del Institut Historique y de la Société libre des Meaux-Arts de Paris, señalaba, en el Discours Preliminaire de la edición de la obra La Real Expedición Anticuaria de México (1805-1808), volumen 2, editado en París en 1834 por Henry Baradère, que los últimos descubrimientos y restos arqueológicos encontrados en el sur de México (se refería en concreto a las arquitecturas y esculturas de la ciudad maya de Palenque) ofrecían “à des yeux exercés un peuple contemporain des plus anciens de la terre” (xi) (“a los ojos ejercitados un pueblo contemporáneo de los más ancianos de la tierra”).1 Con esta afirmación, Francia intentaba inaugurar, casi cuatrocientos años después del descubrimiento de América por los españoles, un nuevo “redescubrimiento cultural” del continente. Basado, esta vez, en la exploración, descripción y recolección de cientos de miles de restos arqueológicos que poblaban el paisaje americano desde México hasta las regiones andinas de la América del Sur.2 Restos y antigüedades, que a la luz de los nuevos estudios implementados, impulsaban la incorporación del mundo antiguo americano a una historia occidental común: la historia universal. Todo ello, dentro de un gran proceder analógico que convierte al referente oriental en el modelo por excelencia de especulación científica en torno al origen y caracterización de la cultura de los antiguos pueblos indígenas americanos.3 Como bien señala Farcy en el Discours Preliminaire de la obra de Baradère:

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