Authors

Carlos Cenzano

Document Type

Article

Journal/Book Title/Conference

Decimonónica

Volume

9

Issue

2

Publisher

Decimonónica

Publication Date

2012

First Page

36

Last Page

48

Abstract

Las ideas de Martí sobre la reconquista del ser aparecen desarrolladas por vez primera en el trabajo que escribe en Nueva York en 1882 para elogiar el poema que el venezolano Juan Antonio Pérez Bonalde ha dedicado al Niágara. Desde entonces es conocido como “El prólogo al poema del Niágara” y los escritores hispanoamericanos lo asumen como el manifiesto del modernismo.1 No obstante, su verdadero sentido desborda esa inicial apreciación puesto que la primera intención martiana con el texto es cuestionar los fundamentos de dicho movimiento artístico. Sin embargo, los sucesivos análisis que de él se han producido, sobre todo en el último medio siglo, han ido develando su naturaleza polifónica y el carácter arquetípico de sus ideas. El verdadero y último sentido que se propone Martí al escribirlo es producir una deconstrucción de los cimientos ontológicos y epistémicos de la modernidad como época histórica, a la vez que exponer las inconsistencias de los metarrelatos que el universalismo occidental elabora a partir de la Ilustración. La hondura y singularidad de sus criterios lo convierten, a nuestro modo de ver, en una de las más singulares epifanías del corpus de su escritura ética con la cual inaugura un nuevo paradigma que desborda la episteme moderna.2 Es un ensayo de carácter onto-poético en el que Martí reflexiona sobre ética, estética, religión, psicología, educación, política y sociedad. Uno de sus fragmentos centrales se ocupa de la urgente necesidad que tiene el hombre moderno de construirse una nueva subjetividad que le permita superar la crisis existencial en que vive después que se ha venido abajo el viejo edificio de creencias y doctrinas alimentadas—muchas veces en las llamas—por más de veinte siglos de tradición judeo-cristiana. La subjetividad que Martí propone en “El “prólogo” es revolucionaria para su época si se considera que su fundamento va en sentido contrario al pragmatismo y al utilitarismo santificado hacia fines del XIX en el altar de la ciencia positivista. Es una critica radical del cogito cartesiano y como tal se funda en un sujeto ético diferente de la moral cristiana sustentada por la élite en el poder. Estas ideas sólo habían entrado en la filosofía–desde los días de Grecia–en la ética de Spinoza en el siglo XVII y no volverán a resurgir sino hasta la segunda mitad del siglo XX con el pensamiento ético de Levinas a quien Jacques Derrida considera el más importante filósofo de nuestra época.3 El sujeto ético de Martí está despojado de las doctrinas del discurso religioso institucional, del discurso político colonial, del discurso jurídico estatal y del discurso científico racional, pilares ideológicos del aparato hegemónico del estado moderno.

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