Authors

Jorge Camacho

Document Type

Article

Journal/Book Title/Conference

Decimonónica

Volume

9

Issue

2

Publisher

Decimonónica

Publication Date

2012

First Page

1

Last Page

17

Abstract

El siglo XIX marcó el triunfo del liberalismo en Hispanoamérica, pero este triunfo no fue compartido por igual por todos los grupos étnicos. Después de las guerras de independencia, los liberales hispanoamericanos propusieron medidas que les fueron muy adversas a los indígenas. Legislaron sus territorios sobre las márgenes ficticias que había dejado el antiguo poder colonial y llevaron a cabo una serie de reformas que terminaron despojándolos de sus tierras y reduciéndolos a la miseria. Entre las medidas que propusieron figuraban el cultivo intensivo de los terrenos ociosos o que pertenecían a estas comunidades; el blanqueamiento de la población a través de la mezcla racial con los europeos; la unificación lingüística del país y la educación laica. En este contexto desolador para ellos, propongo analizar la forma en que José Martí, Rubén Darío y Blanco Fombona vieron este “conflicto de culturas,” al decir de E. Bradford Burns. El primero, cuando apoyó desde Nueva York las políticas de Julio Roca en la Argentina y el segundo, cuando defendió la ocupación militar de la reserva Mosquita en Nicaragua. Con vistas a fundamentar ambas ideas, me interesa subrayar las relaciones políticas que existieron entre estos escritores y los gobiernos liberales a los que representaron en calidad de diplomáticos o representantes consulares, y la amistad que existió entre Martí y Zeballos o entre Darío y el presidente Zelaya. Hasta ahora la crítica ha prestado muy poca atención a los vínculos ideológicos de ambos escritores con las medidas liberales implantadas por los gobiernos de Argentina y Nicaragua en esta época, en especial, en lo que respecta a su política hacia los indígenas.1 A Martí tradicionalmente se le ha tenido por un campeón de los derechos de las minorías étnicas en los Estados Unidos y en Hispanoamérica. En los ensayos de Fernández Retamar, Antonio Sacoto, Leonardo Acosta, y más recientemente Laura Lomas, Martí aparece defendiendo los derechos de grupos tradicionalmente discriminados y enfrentándose a los intereses de los estados- naciones colonialistas. Esta crítica, ya sea por desconocimiento o por compromiso ideológico, ha ignorado estos aspectos de la retórica del cubano y han pintado una imagen crítica y “anti-moderna” de Martí que no se corresponde con la realidad. En esta lectura, por tanto, mi objetivo es señalar la complicidad de estos escritores con los regímenes liberales de finales del siglo XIX, y con los “gobernantes civilizadores” como Julio Roca o José Santos Zelaya.

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